Carrito

La Flora Fugaz de México.
La Mano Mágica. Oaxaca
2021

La flora fugaz de México

Una retrospectiva fotográfica de Cecilia Salcedo

Esta exposición es para darse el gusto con “los ojos muy abiertos” de la maravillosa flora de México. Este país alberga más del 10% de toda la biodiversidad de nuestro planeta. Dentro de México, el estado de Oaxaca tiene la mayor incidencia de endemismo.

México cuenta con 150 especies de robles, ningún otro país puede reclamar esta distinción y los estados de Oaxaca y Puebla comparten la mayor biodiversidad de cactus cactaceae del mundo. Como era de esperar, la mayoría de las imágenes de esta exhibición fueron tomadas en el estado de Oaxaca, el hogar de Cecilia desde principios de los noventa, cuando echó raíces después de dejar su Guadalajara natal.

Cecilia Salcedo y Galería La Mano Mágica se remontan a sus primeros días en Oaxaca y su primera exposición individual en la ciudad: enigmáticas macroimpresiones de la flora en el color denso y saturado de la ahora extinta fotografía de Cibachrome. La flora nativa mexicana fue el tema de la muestra y el resultado: estampados en colores seductores, diáfanos e innegablemente sensuales. “¡Rojo!”, exclama, cuando elegimos, décadas después, un trío de Cibachromes para esta exposición, “Antes del Cibachrome, este rojo intenso y permanente no existía en la fotografía en color”.

Salcedo rehúye la representación plana y fiel de la fotografía documental. Fernando Gálvez de Aguinaga escribió: “Estamos ante una artista que no se deja llevar por su cámara, sino que la somete, para después, con variadas técnicas, crear obras en las que ella esta siempre presente, palpitando detrás de cada fotografía, haciéndose sentir.”

Es este diálogo emocional el que surge en esta exposición de manera sólida, aunque inesperada considerando el tema. Cecilia Salcedo describe su trabajo como poesía visual. ¿Cómo puede ser tan excitante una vaina del árbol de Guanacastle, del tamaño de un puño o de la oreja de un niño? Luminosidad pulida, que evoca los cuerpos masculinos de Robert Maplethorpe, ondula ante nuestros ojos, acelerando nuestro pulso. Salcedo nos hace ver y “sentir” la vitalidad de la naturaleza oscilando de lo carnal a lo etéreo.

En otra imagen, se revela el diminuto interior secreto de la flor nativa de Cazahuate. Solo un par de centímetros de largo, su sensualidad diáfana, su aliento fugaz está inmortalizado para que podamos simplemente maravillarnos.

Y luego la poesía de Salcedo, un seductor Haiku, se anuncia en un solo y descarado tallo de orgullosa cola de caballo. La forma fascina al artista: sinuosa, robusta, ágil y profunda. Ella, a la vez, captura a través de la silueta, la solidez y la masa mientras invita al espectador para que mire más de cerca. 

Estoy con la artista, en su estudio, seleccionando las obras para exhibir. Giro mi mirada de la audaz silueta de una flor de plumería, estoy fascinada por la riqueza táctil de un agave Tobalá que se despliega, una hoja impresa sobre la siguiente. 

“Aunque resalto la forma del sujeto y le doy gran importancia a las sombras, no descuido los medios tonos y los detalles que se mantienen dentro de las sombras”. 

Salcedo ha logrado tonos tan infinitos en esta impresión de plata sobre gelatina, que captura la perfección y complejidad de esta planta, me recuerda a la impresión de un litógrafo experto.

Décadas después de los Cibachromes e incontables horas de exploración y perfeccionamiento de procesos fotográficos raros y olvidados, Salcedo volvió al color con desnudos descarados. Los orgullosos frutos del cactus candelabro Pitaya, hacen alarde de su carne con una calidad audaz y tangible que te hace agua la boca. Esta vez, firme con la franqueza del proceso digital, Salcedo comprende, percibe y luego fija para el espectador la esencia de sus sujetos con una combinación de habilidad, arte y audacia. “Mi fotografía la realizo en la toma. La veo a través del lente, hago la composición y tomo todas las decisiones.  Así, tengo poca necesidad de alterar o manipular la imagen después de hacer clic en el obturador”.

Cecilia abordó su estudio de las plantas del Jardín Etnobotánico de Oaxaca como retratista. Ella habla de las plantas como sus sujetos y a través de su percepción refinada, fijó la verdadera naturaleza de cada planta según lo solicitaban y ella les respondía. Todas las imágenes fueron tomadas in situ, enclavada entre la multitud de flores delicadas y espinas obstinadas con su cámara, una Cambo de gran formato que alberga negativos 5 x 7 pulgadas,  para destacar, fijar e inmortalizar al individuo elegido. En el jardín, vuelto su estudio, esperaba el sol, las nubes, la luminosidad perfecta para hacer clic en el obturador y capturar en un fugaz nanosegundo el brillo deslumbrante de cada planta.

Para ella, el diálogo con sus sujetos es importante pero también establece un diálogo dentro de sus composiciones. Un techo de tejas onduladas habla con los surcos contorneados que abrazan una ladera. 

Temprano en la mañana en la Mixteca, una figura solitaria se ve empequeñecida por el abrazo de sus bosques de robles, la tenue luz del amanecer todavía encobijada por la niebla suave y silenciosa. 

El compañerismo entre una columna de piedra en Mitla y los cactus Tunillo que se erigen altos, en el sitio arqueológico.

Esta retrospectiva no es solo un rico ensamblaje de plantas mexicanas y predominantemente oaxaqueñas, sino un tour de force de técnicas fotográficas. 

“Me gusta investigar y experimentar, resucitar procesos olvidados”, explica Salcedo desde sus archivos personales mientras desliza suavemente sus manos sobre una hoja de papel de algodón, impreso con un gigantesco cactus Cardón capturado en una expedición a la biosfera de Cuicatlán-Tehuacán, protegida por la UNESCO. 

En esta región, los manantiales brotan de aguas salinas que los salineros locales han canalizado desde la antigüedad hacia los llanos donde se produce la evaporación natural. 

En las salinas de Zapotitlán, Salcedo creó sus atemporales estampados en sepia, sumergiendo personalmente papel de algodón en las aguas excesivamente salinas. Más tarde, en el cuarto oscuro, pintó cada hoja con nitrato de plata y la expuso a la luz solar directa. La magia ocurre cuando las imágenes maravillosas se encuentran con una técnica magistral.

En esta exposición, Cecilia nos lleva desde el abrazo maternal de un bosque de robles hasta el detalle de la semilla del árbol de Guaje, la acacia nativa de la que proviene el nombre náhuatl original de Oaxaca: Huaxyacac. 

Dentro de la vaina, diminutos filamentos como de fibra óptica deslumbran y proclaman, su inminente movimiento apenas contenido. Cecilia induce en sus temas botánicos una vivacidad que nos recuerda lo frágil y fugaz que es la vida secreta de las plantas.

Esta es la contribución poética y apasionada de Cecilia Salcedo a la conservación: su activismo ecológico expresado, no a través de la protesta, sino con sus impresiones magistrales para inspirar asombro ante la maravilla de la naturaleza. Hacernos ver, percibir más sutilmente y así apreciar y proteger las plantas nativas de este país.

Mary Jane Gagnier

Escrito entre pájaros cantores y cazahuates en flor en Rancho Pitaya

Oaxaca.

Noviembre de 2021.